Las historietas que amaban a las novelas. Leer un cómic de Proust, Kafka o Joyce –incluso de Larsson, Auster o Pérez-Reverte– es una tendencia en boga

Los dos Salander.- En octubre, Planeta DeAgostini publicará el primer volumen del 'Millennium' de Larsson, obra del catalán Josep Homs y el guionista frances Sylvain Runberg. Permitirá comparar la Lisbeth Salander de Homs (derecha) con la del argentino Leonardo Manco (izquierda), que adaptó la serie para DC con guión de la escocesa Denise Mina
El cómic –la historieta de toda la vida– es un género que ha variado su estatus en los últimos años. Tras una etapa de prestigio como medio artístico adulto en los años ochenta –con revistas como Cairo, Cimoc...– descendió por un tiempo a unas simas de descrédito intelectual en que se le asoció a los productos clónicos de la industria cultural o a un público juvenil o directamente inmaduro. Sin embargo, entrado el siglo XXI, la historieta ha conseguido levantarse de aquellos lodos, apoyada en la muleta de una nueva denominación: novela gráfica. Pero, además de haber acudido a la palabra novela para aludir metafóricamente a su capacidad de describir atmósferas y personajes complejos, últimamente, además, se detecta un auge de los títulos que adaptan directamente obras literarias, desde los clásicos del canon, como Shakespeare, Proust o Joyce, hasta los últimos éxitos de ventas –Stieg Larsson, Paul Auster, Arturo Pérez Reverte– o incluso productos de renovación literaria posmoderna –la dulce Nocilla de Agustín Fernández Mallo–. Ha nacido un nuevo público que recorre el camino opuesto al que estábamos acostumbrados: un lector de literatura que da el salto al cómic.

Enrique Redel, de Impedimenta, simboliza esa generación de editores literarios independientes que han abierto una colección de cómic. En su catálogo destacan dos obras que, en vez de adaptar grandes libros, convierten a los autores de estos en protagonistas de la historia, una suerte de biopics en viñetas. Por un lado, la recién publicada Thoreau. La vida sublime, de los franceses Maximilien Le Roy y A. Dan, que reconstruye la vida de un filósofo muy vigente, el norteamericano Henry David Thoreau (1817-1862), padre de la desobediencia civil; y, por otro, Virginia Woolf, de los también franceses Michèle Gazier y Bernard Ciccolini, con una portada en que la autora de Al faro se acerca de modo inquietante al río con, ay, su abrigo lleno de piedras... En la misma línea, a finales de septiembre, sacarán Piscina Molitor. La vida exagerada de Boris Vian, de los –nuevamente– galos Hervé Bourhis y Christian Cailleaux, que reconstruyen los últimos momentos de la vida del célebre escritor y músico, antes de morir de un ataque cardiaco en el cine, tras haber nadado en la piscina que da título al álbum porque, decía, le iba bien para el corazón. “Vivimos un boom de la novela gráfica en toda Europa –admite Redel, por teléfono, desde su lugar de veraneo en Portugal–. Hay mucha gente que no tiene tiempo de leerse una biografía de 500 páginas, a la que una versión fresca, de tan solo 96, les viene de perlas. Conozco personas que se han animado a leer a Virginia Woolf tras degustar el cómic. Muchos treintañeros y cuarentones hemos sido lectores de tebeos en nuestra juventud y ahora recuperamos este gusto”.

Otras editoriales indies que han abierto una línea semejante son Sexto Piso, que publica, por entregas, un proyecto ambicioso: En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, adaptada al cómic por Stéphane Heuet –acaba de aparecer la cuarta entrega, el volumen uno de Un amor de Swann–, muy deudora de la prosa proustiana, que se reproduce en extensos fragmentos aunque capta la sutileza, sensualidad y belleza de los ambientes de la burguesía parisina, esos salones sofisticados en los que “todos tenían la precaución de aliñar sus maledicencias con una pizca de emoción y cordialidad”. Gallo Nero ha publicado El caso Pasolini, del italiano Gianluca Maconi, que reconstruye los últimos momentos con vida del creador y cuestiona la versión oficial. 451 Editores, antes de desaparecer, alumbró dos títulos de interés: Superzelda, de los italianos Tiziana Lo Porto y Daniele Marotta, sobre la torbellínica vida de Zelda Fitzgerald, esposa del autor de El gran Gatsby; y Gonzo. La historia gráfica de Hunter S. Thompson, de Will Bingley y Anthony Hope-Smith, que convierte al lector en fascinado voyeur de la vida de Hunter S. Thompson, el perturbado creador de ese periodismo salvaje que todos hemos admirado en alguna etapa de nuestra vida.

El dibujante Pere Joan, autor del cómic sobre Nocilla Experience, la novela de Agustín Fernández Mallo, deja claro –en conversación telefónica desde Mallorca– que “cómic y literatura son dos formas de narración diferentes. Con respecto al bagaje cultural, los que hacemos cómic también leemos literatura, pero no sé si todos los que escriben literatura leen cómic. Mis historietas siempre habían tenido un aire literario, de hecho cuando empezaba pedía guiones a escritores, para encontrar un tono diferente. Lo que me molesta es cuando, en el marco de esta moda, un cómic tiene un aire literario impostado, es decir, está apoyándose en unas muletas prestigiosas para darse más importancia. Ahora salen muchos cómics basados en escritores, yo lo veo como un intento de apoyarse en un valor que consideran superior cuando lo que cuenta, en realidad, es que la historia esté bien explicada, la atmósfera literaria no depende del tema. Eso es literatura muerta en vez de literatura viva”. Justamente, ve su adaptación de Nocilla... como “diferente, porque esos cómics suelen basarse en autores muertos y consagrados, pero yo escogí a un autor más joven que yo y con una propuesta narrativa audaz”. Otro problema que ve en algunas adaptaciones es que “a veces son poco más que ilustraciones, les pesa demasiado el texto, se ponen muy serios, como si no vivieran en este tiempo, con los nuevos códigos visuales, les veo rígidos”. En cuanto a su método, explica que “intento ser muy fiel, no cambio ni una letra, pero todo lo que pueda explicar en la imagen no lo repito con palabras, que crearían una doble descripción”. Reconoce que le ha picado el gusanillo y proyecta otro cómic inspirado en la obra del escritor mallorquín Cristóbal Serra (1922-2012), “rara avis, con un mundo muy propio y heterodoxo” entre la vanguardia, el surrealismo y la mística.

- Shakespeare ve a Chillida.

Macbeth.- Una viñeta de la adaptaci´n en que Sempere ha trasladado las esculturas de Chillida a la Escocia shakespeariana, en la que sopla el viento de modo permanente
Los franceses, pioneros en las adaptaciones de novelas, brillan especialmente en el género policiaco, como las indispensables obras de Tardi, quien colabora directamente con los novelistas, como Daniel Pennac, Léo Malet o Jean-Patrick Manchette. De su trato con Manchette, iniciado en los años setenta, destaca Cuerpo a tierra, energético relato ultrarrápido, ultraviolento y ultrasexual protagonizado por un asesino a sueldo. La misma Fred Vargas –actual dama negra del Hexágono– ha escrito directamente el guión de Los cuatro ríos (Astiberri), un caso de su inspector Adamsberg dibujado por Baudoin con un trazo muy expresivo y suelto.

Los escritores-personaje son multitud. Además de los ya citados Vian, Thoreau, Pasolini o Woolf, Sins Entido ha editado este año Gabo. Memorias de una vida mágica, una biografía made in Colombia –con toda la adoración al mito que ello implica–, obra del guionista Óscar Pantoja y los dibujantes Miguel Bustos, Felipe Camargo, Tatiana Córdoba y Julián Naranjo. Norma acaba de publicar Ana Frank. La biografía gráfica, de los norteamericanos Sid Jacobson y Ernie Colón. Y se reedita el imprescindible Kafka de Robert Crumb, publicado en el 2010, donde el mesías del underground norteamericano rinde homenaje al torturado praguense en una obra que mezcla la biografía con la interpretación simbólica. Por su parte, el asturiano Alfonso Zapico ganó merecidamente el premio nacional de cómic 2012 por Dublinés (Astiberri), maravilloso recorrido por la vida de James Joyce que es recomendable leer junto a La ruta Joyce, del mismo autor, donde se retrata a sí mismo mientras dibujaba el libro anterior, investigando los rastros del escritor por Dublín, Trieste, París y Zurich, creando así un híbrido entre lo literario, la autobiografía, la reflexión creativa y el libro de viajes. Asimismo, Paul Auster, su esposa Siri Hustvedt y su hija Sophie son personajes secundarios en La ciudad de cristal (La Cúpula), la adaptación de David Mazzuchelli y Paul Karasik de la novela homónima.

En el capítulo de clásicos, como sucede en la ópera o el cine, Shakespeare es uno de los más adaptados, pues sigue hablando de las pasiones que nos consumen y vivifican. Este año, hay dos. Por un lado, Macbeth (Norma), de Polls y Sempere, quienes, emulando a los directores de escena, crean unos espacios con un toque actual, instalando en esos territorios escoceses azotados por el viento varias esculturas de Chillida, que no desentonan nada y alimentan el vigor visual de una historia de ambición, poder y traición forzosamente sintetizada. El guionista, Polls, opta –al contrario que Pere Joan– por la infidelidad lingüística y reescribe “de punta a punta” todos los diálogos de la obra isabelina. El color sanguíneo de Sempere contrasta con el blanco y negro de la otra novedad, Romeo y Julieta (001 Editores), segunda entrega del rescate de las obras que hizo el italiano Gianni de Luca en los años setenta, donde queda claro por qué es un revolucionario de los fumetti, con su novedosa técnica del movimiento cinético: en una viñeta de gran tamaño, se representa todo el movimiento de los distintos personajes en una misma acción, dibujándolos una y otra vez, como un equivalente fijo de la linterna mágica.
Xavi Ayén, La Vanguardia