China juega al golf. Este deporte crece de forma paralela al desarrollo económico del país

El último prodigio.- Guan Tianlang es el último prodigio del golf chino y se le considera todo un héroe deportivo. Nacido en 1998 en Cantón, se convirtió, a sus 14 años, en el jugador más joven del Masters de Augusta celebrado en EE.UU. este año y se le compara con el jugador estadounidense Tiger Woods, quien le augura una brillante carrera
Hay algunos deportes que permiten percibir la marcha económica de un país mejor que otros. Este es el caso del golf en China. Al igual que las grandes empresas del gigante asiático se encaraman a lo más alto de las listas mundiales como las firmas más poderosas del planeta, cada vez son más los empresarios y altos ejecutivos chinos que se sienten atraídos por el golf. Una señal de que cada vez son más los que disponen de rentas altas y se sienten tentados por este deporte, sinónimo de poder económico.

La popularidad del golf en el gigante asiático se ha disparado especialmente en la última década, en paralelo al surgimiento de una nueva clase alta en el país. Se ha convertido en uno de los distintivos preferidos de los nuevos millonarios chinos. Un emblema de poder, como lo pueden ser conducir un Ferrari o un Maserati, o salir a navegar con su propio yate.

Una evolución que impulsa a los analistas a señalar que el golf se está convirtiendo en una industria próspera en el gigante asiático, "aunque forme parte de un proyecto inmobiliario, ya que se ofrece como un valor añadido de distinción a aquellos potenciales clientes que buscan una vivienda de alto standing", señala Niu Xiaoyung, gerente del Pekín Chaoyang Golf Club.

Las cifras hablan por sí solas, acerca de que este deporte, aunque se haya popularizado en los últimos años, no deja de ser practicado por una minoría elitista. Ser miembro de un club de golf supone abonar entre 180.000 yuanes y dos millones de yuanes (entre 22.000 y 244.000 euros). Una cifra que tiende a mantener al gran público alejado, si se tiene en cuenta que el ingreso per cápita en las ciudades chinas es de 13.650 yuanes (1.665 euros).

Las elevadas cuotas, sin embargo, no frenan a los chinos poderosos, que no reparan en gastos a la hora de adherirse a este tipo de entidades. Este es el caso, por ejemplo, del Bayhood No.9 Golf Club, una de las entidades más lujosas de Pekín. A pesar de que exige una cuota de entrada de 1.080.000 yuanes (unos 130.000 euros), ha tenido que dejar de aceptar solicitudes de admisión, ante la avalancha de peticiones.

Y es que si bien es cierto que hay una creciente afición por este deporte, gracias a jugadores como Liang Wenchong o la joven promesa Guan Tianlang, también existe un buen número de personas que relacionan la práctica del golf con una actividad social más. Como otra forma de practicar guanxi (relaciones sociales) y tener más posibilidades de hacer negocios.

Esta demanda ha dado lugar a una proliferación de campos de golf, en el marco de proyectos urbanísticos más amplios. Unos planes que en muchas ocasiones se han desarrollado en detrimento de tierras cultivables y sin tener en cuenta el impacto medioambiental, y que han servido para alimentar las finanzas locales y algunos bolsillos particulares.

Esta situación llevó al Gobierno a prohibir en el 2004 la construcción de nuevos campos de golf. No obstante, los promotores se han saltado la normativa y ahora a los clubs de golf se les llama, eufemísticamente, clubes deportivos o de ocio en el momento de registrarse. Su existencia se ha multiplicado en muy pocos años. El primer campo de golf se construyó en 1984. Ahora hay más de 600 y tan solo en Pekín más de 70.

Y al igual que florecen las instalaciones, crece el número de aficionados. En el 2012, había unos 600.000 asociados en los clubs de golf y el número de practicantes era del orden de un millón de personas, que en un país de 1.370 millones de habitantes, supone el 0,1% de la población. La cifra es muy inferior a la de otros países desarrollados, como EE.UU., donde este porcentaje es del 10%.

Estos números apuntan a la existencia de un enorme potencial de crecimiento de la industria del golf en China en los próximos años. Los estudiosos chinos de este deporte calculan este incremento en torno a un 20% anual, en los próximos ejercicios. La tendencia se confirma sobre el terreno y hace que en muchas ocasiones resulte imposible hacer unos hoyos en los clubs de la capital china.

"En los fines de semana, es muy difícil hacer una reserva en los clubs de golf de Pekín. Normalmente nos dirigimos a Langfang o Zhuozhou, en Hebei -provincia que rodea la capital china- para poder encontrar un campo que no esté tan lleno de gente", explica Yang Xiaoming, un entusiasta de este deporte.

Chang Zhihui, un estudioso del golf de la Universidad de Silvicultura de Pekín, justifica el creciente número de aficionados al golf por la aparición de un colectivo con alto poder adquisitivo, que utiliza este deporte como vehículo para sus relaciones sociales. "Antes, los jugadores de golf eran empresarios de éxito y altos ejecutivos. Ahora, cada vez hay más altos empleados que lo practican. Aquellos que disponen de unos ingresos mensuales de más de 10.000 yuanes (1.200 euros) pueden permitirse jugar al golf algunas veces", dijo Chang a China Daily. Un signo más de expresión capitalista en China.

- Un hijo en la élite. Muchos padres están dispuestos a sustituir el colegio por la escuela de golf infantil con el fin de que su retoño se convierta en una estrella.

Para los chinos, el golf siempre había sido un juego elitista y en un país de régimen comunista, mal visto. La situación, sin embargo, cambió en el 2009, cuando se decidió catalogarlo como deporte olímpico. A partir del año siguiente, apareció el primer jugador chino en el circuito internacional y el país cuenta ahora con cuatro jugadores profesionales, dos hombres y dos mujeres situados entre los 300 mejores del mundo.

Pero la máquina de crear campeones ya se ha puesto en marcha. La explosión de riqueza que vive China y la presión que impone la política del hijo único ha intensificado la ansiedad de los padres de ir a por todas con tal de que su hijo se convierta en una persona rica, famosa y en un ejemplo para el país.

En ese esfuerzo, no están solos. Las empresas también van a la búsqueda de una figura que contribuya a popularizar un deporte que atrae a las élites. Y el propio Gobierno también parece dispuesto a participar en este trabajo, con la mirada puesta en los juegos olímpicos del 2016.

Por el momento, la primera hornada de niños prodigio ya ha empezado a infiltrarse en los torneos importantes. Se trata de Andy Zhang y de Guan Tianlang, de 14 años, y Ye Wocheng, de 12.

Sin embargo, la estrella indiscutible y el ejemplo a seguir es Guan Tianlang. Todos los padres suspiran por tener un hijo como él. Su comportamiento en el último Masters de Augusta de EE.UU. fue destacado por toda la prensa china. Fue el competidor más joven, ganó un premió al aficionado con mejor comportamiento y participó en una rueda de prensa, en que mostró un gran aplomo y respondió hasta 26 preguntas en un inglés fluido, sin titubear.

Su trayectoria ha marcado la senda que ya han empezado a seguir otras familias. Guan Tianlang, hizo sus primeros contactos con el golf a la edad de 4 años, a los 5 empezó a participar en torneos, a los 11 ganó su primer trofeo y a los 12 fue campeón de China aficionado. Unos éxitos que son atribuidos al apoyo y al empeño de su familia.

Con este ejemplo, muchas son las familias que han decidido apostar, cueste lo que cueste, por convertir a su hijo en un nuevo Guan Tianlang y pase a formar parte de selecto club de millonarios del país. Una tendencia que alarma a los expertos.

En la provincia de Zhejiang, fronteriza con Shanghai, florecen los clubs y escuelas de golf para niños. No son baratos. El material se importa directamente de EE.UU. y los instructores cobran entre 250 y 1.000 yuanes (entre 30 y 120 euros) la hora, para enseñar a niños y niñas desde que tienen 2,5 años no sólo a jugar al golf, sino también las normas de comportamiento del juego y los términos técnicos en inglés.

Algunas familias prefieren apostar por este tipo de enseñanza, que por la escuela normal. Creen que a través del golf pueden darle un futuro mejor a sus hijos y a ellos mismos, si su retoño se convierte en una estrella. Consideran que en un club de golf infantil aprovechará mejor el tiempo porque aprenderá piano (para fortalecer los dedos), matemáticas (para calcular las distancias al hoyo y la velocidad del viento) e inglés (los términos del juego y para poder participar en una eventual rueda de prensa). Y, además, le enseñarán a ser honesto, respetuoso con los demás y educado.

Una ambición que Zhang no dudó en resumir al diario Xinmin de Shanghai en su día: "A mi me gusta y he apuntado a mi hija al golf porque quiero que, aprendiendo a jugar, se convierta en una mujer elegante". Y como él, muchos otros padres. No les importa gastarse el dinero si consiguen su propósito de que su hijo o hija forme parte de la clase alta.

Los expertos, sin embargo, observan esta tendencia con preocupación. El profesor Chen, de la universidad Normal de Shanghai opina que "los padres deben orientar de forma correcta el interés de los niños por el golf y dejar que tomen contacto con este deporte de forma natural".

Y añadió, en sus declaraciones a Xinmin, que "especializarlos a una edad temprana no es bueno. Hay que dejarles probar todo tipo de actividades y que formen su personalidad. Porque no jueguen al golf no quiere decir que no puedan pertenecer a la clase alta". Para Chen, "darle demasiada importancia a una conciencia elitista no es bueno para el crecimiento de los niños".

Isidre Ambrós, La Vanguardia